30 gen. 2012

Buscando el peligro (VII)

Author: abraham | Filed under: Relato

Ishikawa Matsu estaba con sus discípulos más jóvenes enseñándoles como debían comunicarse con los kami de los elementos y como ser respetuosos con ellos cuando recibió un comunicado urgente.
– Disculpadme, mis aprendices, las tareas del clan me reclaman – y dirigiéndose a los ayudantes que lo acompañaban señaló a uno de ellos -. ¡Tú! Encárgate de seguir la lección; el resto, acompañadme.
Cuando el maestro Ishikawa se hubo marchado, el ayudante se dirigió a los futuros hechiceros.
– Decidme, ¿alguno de vosotros sabe por qué estamos aquí?
Los niños, sorprendidos ante la pregunta, se miraron entre ellos. Al cabo de unos segundos, uno respondió.
– Para conocer los fundamentos de la senda de la magia.
– No es una mala respuesta, joven aprendiz – sus palabras parecían corteses, pero había algo en su rostro que hacía estremecerse a su público -. Pero, tenemos que profundizar un poco más. Respondedme entonces ¿para qué queremos conocer esos fundamentos?
– Para combatir a los Corruptos – respondió rápidamente uno.
– Para obedecer a nuestro clan – respondió otro que tenía todo el aspecto de haber sido entrenado antes con la espada que en las artes arcanas.
Finalmente, un tercero dio la respuesta que el ayudante estaba esperando.
– Para obtener poder, ser respetados y obedecidos.
Su boca se ensanchó en una amplia sonrisa. Quien había hablado era una niña, aparentemente la más pequeña de todos ellos. Sus ojos mostraban resolución y temperamento.
– Dime pequeña, ¿cómo te llamas?
– Mi nombre es Eiko, sensei.
– ¿Sólo Eiko? – preguntó extrañado.
– No tengo familia hasta que Ishikawa sensei me adopte dentro del clan – dijo bajando levemente la mirada, avergonzada por no tener ningún sustento en ese momento – Me dijo que si era buena alumna algún día podría lucir Ishikawa con orgullo.
Ante esta respuesta no pudo hacer otra cosa que sentirse aun más satisfecho con lo que iba a hacer.
– De acuerdo, ahora me acompañarás. Yo te daré los conocimientos que andas buscando y sobre el apellido, te daré uno, pero no para que estés orgullosa de él, sino para que la familia a la que pertenecerás esté orgullosa de ti.
Los demás niños observaban en silencio sin saber de qué iba todo eso, aunque sospechaban que a su maestro no le iba a gustar. El ayudante que se había quedado con ellos lo tenían visto de otras veces, pero hasta ese momento no había actuado de aquella manera, siempre se había limitado a obedecer en todo momento a Ishikawa Matsuo.
– Disculpe, sensei – dijo uno de ellos – ¿nos va a enseñar cómo debemos comunicarnos correctamente con los kami?
– Por supuesto, y os voy a hacer una demostración – dijo retomando el hilo de la clase y dirigiéndose a todos los alumnos -. Pero todos vosotros ya sabéis como hacerlo, sino no estaríais aquí, ¿verdad? El gran Ishikawa sensei solo admite a aquellos que ya han demostrado, aunque fuera accidentalmente, una capacidad innata para actuar con los kami.
– ¡Yo fui capaz de llamar a un pequeño kami de la llama! – gritó una muchacha algo mayor que Eiko.
– Y yo a uno de tierra – dijo otro.
– ¿Y tú, pequeña? – preguntó dirigiéndose a Eiko.
– Yo puedo hablar con los kami de los árboles y las plantas. Pero sólo a veces me hacen caso – acabó diciendo con un puchero.
– Pues mira bien como se hace – y le guiñó un ojo mientras se agachaba y apoyaba la palma de su mano en el suelo. Recitó un conjuro y de repente el suelo cobró vida y miles de pequeños brotes empezaron a emerger. Rápidamente los brotes se convirtieron en largas plantas que rodearon al resto de alumnos y segundos después se habían convertidos en nudosas ramas que aprisionaban sus pequeños cuerpo para que no pudieran moverse.
– Chicos, la clase a terminado. Y si ahora me disculpáis, yo también tengo tareas con mi clan que me reclaman – se levantó y se giró hacia Eiko – Pequeña, ¿harás el favor de acompañarme? Nos queda un buen trecho hasta casa.
La pequeña, muda de admiración, dio la espalda a sus compañeros y siguió a su nuevo maestro. Ahora aprendería a dominar de verdad a los kami, ahora el poder fluiría a través de ella. Sabía que algo iba a cambiar cuando el joven de bellas facciones había entrado tras el maestro. Nadie, a parte de ella, podría haberlo distinguido. Aquel ayudante no era Kawasaki Takayuki.

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