26 gen. 2012

Buscando el peligro (IV)

Author: abraham | Filed under: Relato

A la mañana siguiente la patrulla estaba lista para partir. Yamamoto Ichirō se presentó ante su señor con la lista de samurais que lo acompañarían.
– He cogido un grupo reducido para intentar pasar lo más desapercibido posible.
– De acuerdo. Partid enseguida. Que tengáis suerte en vuestra empresa – deseó Ishikawa cogiendo a su antiguo compañero de aventuras por el antebrazo, usando el antiguo saludo marcial.
– Que también te acompañe a ti – y se marchó de la sala dejándolo sólo.

Yamamoto y sus hombres atravesaron las puertas de palacio, pasaron por el lado del edificio principal de la Escuela de Magia y cogieron el camino que enfilaba hacia la Puerta Norte. A su paso la gente se giraba para observar el grupo armado preparado para iniciar un largo viaje; era normal que las patrullas pasaran por la ciudad y que recorrieran el camino desde las puertas hasta palacio donde iban a presentar sus respetos, dar informes de reconocimientos o simplemente regresaban después de un rutinario día de vigilancia. Lo que sí que sobresaltó a alguno de los transeúntes fue ver a Yamamoto Ichirō, héroe de cien batallas y hatamoto del señor Ishikawa; ¿tan importante era la misión como para que fuera? ¿O quizás estaba cansado de la vida cortesana y necesitaba coger aire fresco realizando alguna tarea sin mucha trascendencia? Dos figuras los observaban desde la ventana más alta de palacio, viendo como se iban alejando, conociendo el propósito real de su viaje.
– Espero poder verlos regresar.
– Eso no lo sabe nadie, señor. Ni siquiera mi poderoso maestro es capaz de conocer el futuro, todo depende de las acciones de cada uno.
Una vez la comitiva pasó por debajo el arco de la puerta y se confundió con la maleza y las sombras del bosque que crecía a lado y lado del camino, Ishikawa decidió retirarse hacia la sala de reuniones donde se encontraría con los oficiales de cada destacamento de la ciudad y sus cercanías.
– Esperad un momento. Eso que se acerca al trote desde las regiones interiores no será uno de vuestros emisarios, ¿verdad? – dijo el señor de la sombra señalando la lejanía, por encima de las colinas.
Ishikawa Matsu se giró para observar el punto donde indicaba. Al principio no vio nada, pero poco a poco una figura fue tomando forma y al final lo distinguió con toda claridad, era un jinete. Al cabo de unos segundos estaba seguro, aquel era el emisario enviado a las tierras de los Kaneda. Ishikawa se giró y se dirigió a la escalera que lo conduciría a las caballerizas. Una sombra se deslizó tras él. Al llegar allí, el caballo ya había llegado y su jinete desmontaba con esfuerzo, ayudado por un par de compañeros; cuando vio que su señor se dirigía hacia él, intentó mostrarse lo mas digno posible.
– Mi señor… – empezó a decir cuando Ishikawa lo cortó.
– Tranquilo, descansad. Estoy intrigado por conocer el resultado de vuestra misión, pero por encima de ello está la vida de mis hombres. Cuando estéis recuperado del largo viaje presentaros ante mí en la sala de reuniones.
– No hará falta, señor –manteniendo la compostura, el emisario presentó su informe –. El mago que se ha revelado se llama Kaneda Takeshi, un joven sin escrúpulos que huyó de la Escuela para que no lo condenaran. La región no es muy grande, pero ha dado vía libre a todos los forajidos de la zona. Sus fronteras son por ahora peligrosas y el único camino que hay está bien custodiado por sus hombres de confianza. Siento informar que no me fue posible comunicarme con el renegado.
– Gracias soldado. Veo que sois valeroso y que cumplís vuestro deber aun por encima de vuestra vida, ahora retiraos – iba a marcharse cuando se giró de nuevo para preguntarle –. ¿Cuál es vuestro nombre?
– Kawasaki, señor.
– Lo tendré en cuenta, ha hecho un gran trabajo. Ahora descanse.
– Así lo haré.
Ishikawa Matsu se alejó definitivamente de las caballerizas y una sombra se encontró con él en el interior de las escaleras.
– Y ahora, señor, ¿ya tengo mis órdenes? ¿Puedo partir?
– Sois impaciente. Adelante, si queréis partir ya, pero recordad vuestro objetivo: hacer que Kaneda reconozca su vasallaje o sino… – se quedó un segundo dubitativo antes de acabar la frase – que la región pierda a su gobernador.
– Vos mandáis, yo obedezco – y la sombra desapareció tan rápido como había aparecido, sin dejar el menor rastro de haber estado allí.

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